Homilía...

Desgrabación de un fragmento de la Homilía que Monseñor Lugones pronunció durante la ceremonia de Ordenación diaconal de Fray Roberto Velásquez.

“Te diría Fray Roberto que lo primero y lo más lindo es que como diácono vas a poder bendecir en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo cuando la gente, los niños, tus hermanos te pidan la bendición. Bendecir es propio de nuestro ministerio y entonces la iglesia, al aceptar libremente este orden del diaconado, te propone acordarte que lo recibís de los apóstoles. Este ministerio de la caridad pastoral que quiere decir servir y como lo intentamos hacer en nuestra iglesia particular: Con el servicio a los más pobres, a los que debemos socorrer en distintas situaciones de postergación y exclusión social. No solo tenemos problemas climáticos en el norte de Salta, sino también graves problemas sociales a causa de la pobreza. No te canses al ejercer, Hermano Roberto, este ministerio en que has elegido el camino de los votos y que implica también el celibato… y la iglesia me pide que te hable de esto. Será para vos símbolo y al mismo tiempo, estímulo del amor pastoral. Fuente particular de fecundidad apostólica en el mundo, movido por el amor a Jesucristo el Señor y viviendo este estado con una total entrega, tu consagración a Cristo se renueva de modo más excelente. Por el celibato, en efecto, te resultará más fácil consagrarte sin dividir el corazón entre Dios y los hombres…”
“Tendrás por cimiento, la fe. Mostrate sin mancha, irreprochable, ante Dios y ante los hombres según conviene a los ministros de Cristo y a los dispensadores de los santos misterios. No te dejes arrancar la esperanza; al evangelizar anuncia al Señor Jesús y su buena noticia con fervor… ¡con ganas! independientemente del público que tengas presente, sean niños, mayores o profesionales. Anuncia a Jesús y su palabra, el Evangelio, al que no solo debes escuchar, sino también servir, viviendo el misterio de la fe con alma limpia”.
“Mostrá en tus obras, la palabra que proclamas, para que el pueblo cristiano, vivificado por el Espíritu Santo sea una ofrenda agradable a Dios y en el último día puedas ir al encuentro del Señor y oír de Él estas palabras: “Bien, servidor bueno y fiel, entra en el valle de tu Señor”. Vas a recibir a los hijos en la iglesia. Dios te regala y te regalará muchos hijos a través del Bautismo. Tendrás esta gracia en tus manos. Esta gracia que se comparte desde la familia, con la familia. Esta gracia que un día vos recibiste también, en tu familia. De las distintas formas que la familia hoy se puede concebir. Para nosotros, desde la pastoral familiar, todas son familias. La abuela que tiene que pechar para adelante con los nietos, las madres solteras o el hogar constituido. Si no nos ocupamos de la familia, incluso desde la docencia, con la caridad y el acompañamiento necesarios, el futuro será un futuro de muerte, es decir, sin amor. Todo núcleo familiar engendra la cercanía, el amor y la comunión, aún con las deficiencias humanas, en esta sociedad de estructura tan fracturada y dividida”.
“Hoy también, al conferirte este Orden Sagrado, invocamos la Trinidad, y ¡Qué lindo es rezar!, seguro lo hacés, al Padre, Señor que crea, Señor del cual se pudo inspirar Francisco para celebrar la creación… Al Hijo, que se nos hace presente y al Espíritu que nos anima y nos concede estos dones. Prestemos atención a la oración, con la que se consagra al diácono”.
“Invocamos al Espíritu para que te de sus siete dones y también el espíritu de discreción espiritual que tiene que tener el futuro sacerdote. Porque el sacerdote también se forma en la conducción, en el ministerio de regir y conducir y para esto necesitás de la discreción espiritual que tenés que pedirle al Señor y ejercitarla con su ayuda”.
“Que el señor te conceda esos dones, esa bendición que El te promete para que vos, a través de tus manos humanas, multipliques esa bendición, en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.